sábado, 28 de junio de 2014

H U M O R


Un Gomero va en un tren sentado frente a una rubia estupenda, vestida
con una minifalda muy corta.

El Gomero intenta no fijarse en sus preciosos muslos pero no es capaz de
retirar su mirada. De tanto fisgonear se da cuenta que la chica va sin
ropa interior.

La rubia se da cuenta de que él la mira justo ahí y le dice:

- Me estás mirando el chichi, ¿verdad?

- Sí, disculpa - responde sonrojado el Gomero, tras apartar la mirada.

- Está bien, no te preocupes - responde la mujer - ¿Sabes? Mi chichi es
muy hábil. Mira esto, voy a hacer que te guiñe un ojo.

Dicho y hecho. El Gomero ve asombrado cómo el chichi le echa un par de
guiños.

Él, totalmente asombrado, se pregunta qué otras cosas podrá hacer.

- También puedo hacer que te tire un beso.

La chica sube un poco más la falda para que él tenga una vista completa
y despejada. Acto seguido, el chichi increíblemente contrae sus labios y
le tira un beso con sonido incluido.

- Muac

¡¡¡Ñoosss!!!!!El Gomero no se lo podía creer...

- Ven y siéntate a mi lado - sugiere la mujer ya entrada en calor.

El Gomero, ni corto ni perezoso, se sienta a su lado.

La rubia, con voz melosa, le pregunta:

- ¿Quieres meter dentro un par de dedos?

Paralizado de asombro, el Gomero responde:

- No jodas que TAMBIÉN SILBA...



ESPIA RUSO
Un espía huye del KGB ruso. A punto de ser capturado, se tropieza con una monja a la que le pide que lo esconda bajo el hábito.  
Cuando los agentes del KGB se cruzan con la monja, le preguntan si ha visto a un hombre sospechoso que huye.
  La religiosa les informa de que no ha visto a nadie, y los agentes siguen su camino.

Cuando el peligro ha pasado, el espía sale de debajo del hábito de la monja y dice:

-Gracias, hermana, por haberme salvado de ser capturado por el KGB.

-Lo he hecho con mucho gusto -contesta la monja.

-Si me lo permite, tengo que decirle, hermana, que usted tiene unas piernas muy hermosas. ¿Notó usted el leve besito que le di en las pantorrillas?

-Pues claro que sí.

-¿Y sintió usted después mis besos fogosos en sus rodillas?

-Por supuesto.

-¿Imagino que notaría también cuando fui subiendo y le pasé mi lengua por los muslos?
 


-¡Ay! Sí que lo noté, sí.

-¿Y qué hubiera sucedido, hermana, si yo hubiera seguido subiendo y subiendo con mi lengua?

-Pues que me hubieras lamido los huevos. ¿O es que te crees que eres el único espía de por aquí?
  
 


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