sábado, 21 de marzo de 2009

3ª Anecdota en Tenerife

Me llamó por teléfono el Apoderado General diciéndome que nos venia navegando , desde Irlanda y el Reino Unido, un barco fletado con algo mas de 1.000 toneladas de patatas entre semilla y consumo. Además decia que allí estaba nevando y que no salía ni podía cargar ningún otro barco. De todas maneras el barco nos llegaba en un gran momento, por lo ya dicho ( que era el único en venir) y porque ya sabian que escaseaban en el mercado (recuérdese la entrevista con el Governador en la 2ª anecdota ) y además me daba los precios a los que debía vender.

Un día antes de la llegada del barco llamó el dueño y me repitió lo que tantas veces me dijeron - que el barco venía solo, que estaba nevando y que no podía venir ningún otro en unos cuantos días. Pero entonces me preguntó "y usted que opina Manel" y yo contesté, "que se puede vender mas caro"; la que armó fué de película, tanto es así que me mandó hacer un escrito explicando todo lo que me habian dicho y llevarlo a Barcelona. Naturalmente aquella noche no dormí, hice el escrito que me ordenaron, en el cual decia que si el que estaba en Canarias -que era yo- no servía que pusieran otro, pero que no pretedieran dirigir totalmente Canarias desde Barcelona, porque se equivocarían. ( ellos no podían saber desde Barcelona la realidad del mercado aquí en Canarias) Decia esto porque yo sabía, por ejemplo, que los agricultores de la zona pensaban sembrar una variedad de consumo encarnada llamada Arran Victory, así que se me ocurrió poner un precio promedio entre semilla -que normalmete es mas cara- y consumo, con lo cual quedaría el agricultor contento y nosotros tambien.

Ya en la Ciudad Condal, me dí cuenta que el Apoderado General me iba sonsacando lo que había escrito, ya que mientras hablábamos iba entrando y saliendo del despacho,así que pensé -y no me equivoqué-que era para ir informando al Jefe.

Una vez en su presencia me dijo que hablariamos de varias cosas. No leyó el escrito delante mío (puesto que ya estaba informado) y no pasó nada ya que intuí que lejos de amonestarme le gustaron mis ideas ( aunque nunca me lo dijera).

A este episodio lo denominé, junto con los demás empleados "mi consejo de guerra en Barcelona"

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