Poco antes de casarme, mi novia tuvo que hacer sus gestiones para casarse en su parroquia correspondiente, en este caso la Sagrada Familia de Barcelona. La cosa se torció cuando el cura que le atendió -dicho de forma muy suave- le buscaba las cosquillas. Ella se lo dijo a su padre el cual tenía un amigo sacerdote, que se trasladó a la Sagrada Familia, para hablar con el cura de referencia anterior. Como resultado, que en vez de casarnos en un altar lateral, nos casaron en el altar mayor y con muchas flores.
Mi esposa era una gran mujer, incluso físicamente.
Como nos casamos sin un duro, nos tuvimos que ir a vivir a mi casa de soltero, con mis padres, y aunque yo no tenía ningun problema, no ocurria lo mismo entre las dos mujeres, de tal manera que cuando mi hija Mercedes tuvo unos dos meses, mi madrastra me dijo a mí que me buscara alojamiento ya que allí no podiamos estar. Ni que decir que a mí se me vino el cielo encima, aguanté como pude el chaparrón y no le dije nada a mi padre.
Pero no habian transcurrido unos quince días, cuando en la Empresa donde yo trabajaba me propusieron mi traslado a Málaga, con mejor sueldo, vivienda en el propio trabajo, un Land Rover y transporte gratuito de los muebles con un camión de la Casa. No hace falta decir que esto fué el inicio de mi carrera laboral. Jamás le comenté a mi padre la parte desagradable del asunto.